“The Myth of the Latin Women,” poem by Kiara Luna

The Myth of the Latin Women

By Kiara Luna     [student of SPN 393 fall 2017]*

Mi segundo nombre es maria
pero my last name is not Rodríguez,
soy blanca para los negros,
negra para blancos,
soy un mix de ron caribeño
con poesías y jazz bezoárico.

Las curvas me persiguen
like the wind to a storm,
ellas chantajean mi carácter
en los ojos de cualquier mirón.

Aunque me disfrace de un ciempiés
soy maria y
the name mamacita will follow me
like if was a label in front of my head.

I’m one of a kind,
they know it when they ask,
how many kids do you have?
none
¿eres casada?
no
¿y eso por qué? are you okay?
yes
¡qué rara es…!

Maria is not the girl from el barrio
who steals the taxes of your neighbors
o la que te troncha el futuro
y le da a tu abuela diez nietos.

Maria isn’t the girl who smiles at your macho,
she is not the pretentious disposable object
que te deleita solo por un rato.

Maria left the island,
but the island didn’t leave her,
she isn’t afraid de lucir sus colores,
de sonreír y soñar,
de bailar antes de caminar,
de cantar después de hablar
y encajar en un mundo de mal sabores.

Maria comes from el campo
(a mucha honra),
daughter of Rosario María Rodríguez de Luna,
nieta of a single mom Ana Dolores Luna,
bisnieta de la feminista Emilia Mercedes Luna,
es quien no tiene límites,
es la que escribe lo que todos piensan,
la oveja negra,
la que desmiente los moldes,
the one who is often mistaken
by the aristocracy of poor judgment.

I’m not the mythical hot tamale
or the latin goddess erótica,
soy la ascendencia de un sueño perdido,
soy lo que surgió
en la agotadora presencia del machismo,
de no ser maria, sería yo
la otra maria,
the one who doesn’t fit in your mold,
la que atrevidamente
no te devolvió una sonrisa en aquella entrevista
o la que pensaste que conocías
y con malas intenciones
le brindaste una asquerosa propina.

Una vez fui maria,
pero ya no,
no soy maria la del molde,
soy la otra maria
ni tan llena de gracia como ellos le dicen
neither like the birth of venus
porque los desgraciados moldes ya no existen.

Y el mito una vez fue mito
pero como toda mala maña
se reproducirá por todos los años,
por los siglos de los siglos
seré y seguiré siendo maria,
la loca atrevida
que despacha la mentira
y rechaza con valentía
the poor judgement of aquel
miserable egocentrista.

 

(*) Kiara Luna is an undergraduate student in the Department of Hispanic Languagues and Literature at Stony Brook University.

Imagen:  Frida Kahlo,  Autorretrato de pelona, 1940

“Mis fieras patrias”, ensayo de Samantha Montes

Texto y foto de Samantha Montes  [estudiante de SPN 311, fall 2017]

La escritora mexicana Ángeles Mastretta en “Fiera Patria” abre su ensayo con un proverbio chino: “La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia”. En el texto la autora habla sobre su sentimiento de pertenecer a México y define lo que es la patria para ella. Por ejemplo, cuando describe las diferentes autopistas que conoció en sus viajes, ella dice “la tres eran patria”, aunque una de esas pistas estaba dañada con baches. Estas pistas son patria porque son parte de la vida cotidiana de México. Este cuento me hizo pensar en mi patria.

Aunque nací en los Estados Unidos, digo que tengo tres patrias. Soy del Bronx, soy puertorriqueña y soy dominicana. Las tres han tenido un efecto en mi vida y mis patrias se reflejan en mi carácter. Cuando era niña, mi abuela, que es puertorriqueña, me enseñaba cómo amarrar pasteles en hoja, cómo pelar plátanos, y ella cantaba canciones de Paquito Guzmán junto al radio. Hoy cuando huelo mis manos después de pelar plátanos recuerdo  mi infancia y la cocina de mi abuela que estaba pintada de amarillo.

Este verano cuando estaba sentada en la marquesina de mi  tía en Puerto Rico me dio nostalgia. Pensé que en esa pequeña casa en Bucarabones está mi patria. Cuando oí el sonido del coquí en la noches oscuras, cuando sentí la humedad después de la lluvia, cuando miraba las estrellas de la noche, ahí estaba mi patria.  Aunque no nací en la República Dominicana, cuando llegué a la isla y al fin escuché una banda tocando merengue tipico en el aeropuerto, sentí cerca a mi patria. Cuando escucho bachatas y merengues me da ganas de bailar o me acuerdo de los días en mi infancia cuando mis padres todavía estaban casados. Cuando nosotros cantábamos en grupo “ay ay ay corazón no me dejes de amar” en el coche de mi padre, ahí estaba mi patria.

No tenemos mucha familia en Nueva York, pero la música y la comida típica han sido también mi patria. La patria no tiene que ser algo físico. Aunque he tenido que vivir en el Bronx mi vida entera, nunca desarrollé un sentido de pertenencia cuando estaba ahí.  Ahora que vivo en Stony Brook, reconozco que las mayores enseñanzas de la vida han sido resultados de donde crecí. Allí aprendí de la injusticia, de la pobreza, el dolor de las madres que pierden a sus hijos por la violencia, y cómo esconderme cuando hay tiroteos durante el día. Soy el resultado de mis tres patrias y he podido sobresalir.

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