Abr
2019
¿Cuál es el precio de la modernidad?
Para la clase esta semana, aprendimos sobre la lucha de Máxima Acuña contra el proyecto Conga de la compañía minera Yanacocha. Acuña debe defenderse contra la compañía minera porque están tratando de robarle su tierra. Ella es la propietaria legal de una gran parcela de tierra en la región montañosa de Cajamarca, Perú. La compañía minera Yanacocha está amenazando violentamente con absorber esta tierra porque supuestamente se encuentra en la cima de miles de millones de dólares en oro.
Explicado por Joseph Zárate en su crónica de 2015, “La dama de la laguna azul vs la laguna negra,” el lucrativo proyecto de Conga permitiría a Perú ingresar al “primer mundo” a través de la modernización de su infraestructura. Sin embargo, esto es completamente a expensas de Acuña y su familia que dependen completamente de esta tierra y del agua de la Laguna Azul para sobrevivir.
El documental de 2015, La hija de la laguna, sigue a Nélida Ayay Chilón, una compañera y miembro de la misma comunidad que Máxima Acuña. Estas mujeres pertenecen a la cultura quechua, que es un aspecto importante de su lucha por su derecho a su tierra. En eso, históricamente los pueblos indígenas han sido vistos como la antítesis de la modernización. Durante siglos, las comunidades indígenas han sido víctimas de la violencia, la explotación y el genocidio por el bien de la modernización. Tanto en el documental como en la crónica mencionada, Acuña afirma que la policía, la empresa minera y el gobierno se aprovechan de su analfabeto. Nélida Ayay Chilón, sin embargo, está estudiando legislación en una universidad en la ciudad para ser educada sobre los derechos de su comunidad. En una escena muy dolorosa, Nélida Ayay Chilón confía a Máxima Acuña que deseaba no tener que ir a la ciudad en absoluto porque está mucho más cómoda en su propia comunidad, cuidando la tierra y los animales. Esta escena es crucial para el propósito del documental, porque muestra que si esta comunidad tiene alguna esperanza en defender su tierra y, en última instancia, su cultura, todavía tiene que asimilarse a los estándares occidentales de alfabetización y participación en el sistema judicial.