Por Jonnathan Pulla
Acostumbrada a una vida en el campo, interactuando con “Mama Yaku”, o madre del agua, y alimentándose de lo que sus tierras producen, Nélida Ayay contempla a la ciudad de Lima y se pregunta. ¿Qué van a comer [sus habitantes]?
Ayay analíza la ciudad con sus conocimientos del campo, y no termina de entender cómo los citadinos pueden vivir sin espacio para cultivar alimentos. ¿Y quién puede culparla? El campo es todo lo que ella conoce pero últimamente ha tenido que adaptarse porque una compañía minera pretende explotar el oro debajo de sus tierras y usar el lago, que abastece de agua a los campesinos, como sitio de desechos sin importarle los daños que puedan ocasionar.
“La economía ha tendido a devorar las otras ciencias sociales, neutralizando la posibilidad de pensar y estudiar todo aquello que no es mercado,” dijo el antropólogo Nestor Garcia Canclini, en una entrevista. De esta forma Garcia explica cómo en una sociedad consumista se ignora aquello que no produce dinero incluso.
Yanacocha, la compañía minera mas grande de Latinoamérica, esta tratando de desalojar a la vecina de Ayay, Máxima Acuña, de sus tierras para poder extraer el mineral que no es necesario para la supervivencia de los humanos pero sí para la economía de la compañía y la economía mundial. No hace falta ser un erudito [en antropología] para darse cuenta que este es un problema de invasión, incomprensión y supresión.
Si bien compañías mineras como estas se expanden gracias al capitalismo — entre más compradores mejor– tienden a encontrarse con otras culturas con diferentes maneras de pensar. Pero la compania mantiene el mismo objetivo: extraer oro. El problema se origina cuando se intenta ocupar un lugar en donde vive gente y desplazarla porque, según ellos, ”mejoraría la economía y traería más trabajos.”
Si tomamos en cuenta otros casos similares en donde comunidades aledañas a las mineras siempre salen afectadas esto suena mas a una invasion. La compañía no viene a convivir sino a llevar su maquinaria, hacer lo suyo y luego salir.
También el hecho de que, en el caso de Yanacocha, no se toman en cuenta los riesgos ambientales y de salud para sus habitantes, se puede tacharlos de incomprensivos, lo cual es irónico porque se supone que la compañía tiene a las personas mas estudiadas e inteligentes al menos en papel. El agua de la laguna Conga abastece a muchas personas que, como Ayay y Acuña, no tienen agua potable y es esencial para el riego de los pastos y la sed de los animales.
La parte que más resiente a la audiencia sobre la historia de Ayay y Acuña es el intento de supresión hacia los manifestantes. De una manera u otra se trata de expulsar a Acuña. Cuando ella emprende viajes de 8 horas para defender sus tierras ante el juez, los abogados de la Yanacocha deciden no aparecer. La policía ha creado un tranqueras para mantenerlos aislados y, asumo yo, de esa manera desesperarlos. También la policía ha usado la fuerza aunque en la película no sean tan preciso de los acontecimientos previos a los enfrentamientos.
Maxima y sus familiars resultan golpeados e incluso ha habido muertos como dice la película La hija de la Laguna. No creo que los policías ignoren la diferencia entre el bien y el mal pero si les preguntáramos el porqué de sus acciones lo más seguro es que, al igual que los soldados que ejecutaron a miles de hermanos judíos en el holocausto, ellos digan que solo hacían su trabajo.
Talvez pueda ser un problema derivado de la globalizacion como dice Garcia Canclini. Pero Yo creo que es más un resultado de la apatía hacia las personas y el medio ambiente que lastimosamente es muy común en grandes empresas como Yanacocha. Sus propietarios están tan blindados por los flujos y el poder de los grandes capitales transnacionales que les impide tomar muy en serio las consecuencias de sus actos.
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