Nos situamos en los días posteriores a mis quince días de cuarentena en la que mi familia y yo hemos intentado tener el menor contacto possible pese a que las pruebas en los tres aeropuertos (JFK, Barajas y Pablo Picasso) por los que he tenido que transitar han sido nulas a pesar de que mi vuelo desde Nueva York hacia Málaga despegaba en uno de los días en los que el Covid-19 estaba más desarrollado.
Hoy, Lunes Santo, me levanto llorando ya que es el gran día en nuestra familia. Hoy deberíamos de estar preparando los enseres y las túnicas para acompañar a nuestros Titulares, pero desgraciadamente no tenemos otra opción y no nos queda otra opción que no despegarnos ni un minuto de la televisión para ver videos de años anteriores. Entre videos y videos, mi madre pone las noticias y no se escucha nada más que el Covid-19: crecimiento de fallecidos, casi llegamos a la cima de la “famosa curva”, pocos recursos… pero de repente mi madre recibe una llamada de una amiga suya que es catedrática en derecho civil en la Universidad de Málaga. Lo único que puedo escuchar decir es que los profesores ya están organizando el funcionamiento de los exámenes de septiembre ya que no va a ser posible volver a las aulas para el siguiente curso. Ahora sí que estoy segura de que mi verano está acabado y mi vuelta a Stony Brook “está colgando de un hilo”, no me lo puedo creer.
Hoy, miércoles 15 de abril, llevo enfrente del ordenador alrededor de unas cinco horas y mi cabeza y mis ojos casi van a explotar. Mi frustración va en aumento ya que la conexión wifi no funciona de forma correcta y no puedo escuchar a mi profesor de business, pero lo único que puedo entender es que hasta que todos los alumnos no enciendan la cámara, no empezará la clase. Me siento muy enojada y apago el ordenador y desconecto de mis estudios durante el resto del día. Salgo al jardín de mi casa y me pongo a jugar a la pelota con Fraskito y Teo hasta que ya están agotados y así también poder desconectar un poco del mundo BlackBoard, correo electrónico, Solar, Zoom y miles de trabajo por entregar. Como todos los días, a las 20:00 salimos todos los vecinos y aplaudimos durante un par de minutos dandole gracias a los sanitarios, agentes de policía, cajeras de supermercados… y una hora más tarde hacemos una “cacerolada” protestando por las medidas que está tomando nuestro Presidente de Gobierno, el señor Pedro Sánchez. Mientras que ceno, recibo un mensaje de una de mis compañeras de equipo donde me envía un link de la CNN. Lo abro y el titular dice: “Las universidades empiezan a considerar la posibilidad de cancelar las clases presenciales hasta el 2021”. Esto me hace sentir angustia, miedo, pena, desmotivación pero sobre todo preocupación. Esto es serio y los ciudadanos no le ven el grado de importancia que realmente tiene.
Ayer, jueves 16 de abril, y como la mayoría de los días, me levanto y lo primero que hago es poner las noticias en la televisión para informarme sobre el crecimiento del coronavirus. Mientras que me tomo mi sombra y mi mollete a la catalana (mollete a la catalana es un tipo de pan redondo con aceite de oliva, tomate natural rallado y jamón serrano en su interior), leo un titular que dice: “Gobierno y CCAA (Comunidades Autónomas) acuerdan abrir los colegios en julio para dar clases voluntarias de refuerzo”. Mi cabeza empieza a reflexionar sobre los posibles comentarios despectivos y poco afectuoso de mis amigos que recibiré a lo largo del día sobre la apertura de los colegios en verano. Cabe destacar que me parece un buena idea ya que se reforzará temario que no se ha podido impartir de forma óptima, pero a la vez me parece bastante difícil de llevar a cabo ya que, con la crisis que desgraciadamente el coronavirus va a desarrollar, pocas van a ser las familias que puedan costearse estas clases de apoyo.
En Málaga, los viernes tienen un color diferente, tienen un color especial, el mundo se ve de forma distinta y parece que es nuestro momento de gloria donde quedamos con los amigos para despejarnos del mundo acelerado en el que vivimos.
Pero este viernes 17 de abril es un día más confinados en casa sin poder hacer la mayoría de las cosas que nos apetecerían; lo único que puedo llevar a cabo es entrar indefinidas veces a BlackBoard y al correo electrónico para revisar si he recibido algún comunicado nuevo de entrenadores, profesores o de la propia universidad. Salgo a pasear a Fraskito y me encuentro a mi vecino Pablo de 17 años (residente en Madrid) también paseando a su perro. Entablamos una conversación sobre el único tema del que se habla estos días y me comenta que las pruebas de la EBAU (prueba de acceso a la universidad) en Madrid podrían ser realizadas los dÃías 6,7 y 8 de julio en Ifema (el mayor hospital de campaña del covid-19) ya que es un lugar de más de 200.000 metros cuadrados donde se podrán realizar de una forma óptima y manteniendo las distancias de seguridad.
#yomequedoencasa