Elisabet Almeda, en su artículo Pasado y presente de las cárceles femeninas en España, traza el recorrido histórico por la situación penitenciaria femenina que pone al descubierto una realidad discriminatoria en el funcionamiento de los penales españoles. Almeda rebate la tesis de Foucault según la cual el castigo que mayoritariamente se aplicaba durante el Antiguo Régimen a las personas infractoras de las leyes y normas sociales era un castigo corporal:
“Efectivamente, no es hasta finales del dieciocho y principios del diecinueve que, con el surgimiento de las ideas correccionales, el castigo se convierte en un castigo moral del alma y la voluntad. Sin embargo, este argumento sólo es valido en el caso de los hombres infractores y no lo es en el caso de las mujeres. Tal vez Foucault, en su análisis histórico de las cárceles, no tuviera en cuenta la situación de las mujeres encarceladas, una circunstancia habitual, por otra parte, de los estudiosos del tema, aunque ello no implica que sea justificable”.
Cuando llega el siglo XIX, momento señalado por el filósofo francés como el punto de partida de un sistema penitenciario basado en el disciplinamiento moral, las mujeres españolas cumplían dos siglos sufriendo a unas instituciones que pretendían corregir “sus almas”. La mujer es doblemente prisionera, porque cuando delinque no solo quebranta una norma social, también transgrede una norma moral, una desviación que hace de las mujeres algo “perverso”, manchadas de una naturaleza “viciada”.
Almeda se muestra ecuánime en su juicio a Victoria Kent, cuya inestimable labor en la reforma del sistema penitenciario en su corto mandato ejercido durante la Segunda República, no es óbice para que Almeida critique la perpetuación de los estereotipos sociales, dedicadas a “sus labores” y reforzando así un rol tradicional al que parecían predestinadas, hecho al que Arenal se oponía enérgicamente:
“Se trata de dar al preso el género de instrucción que le conviene: ¿y á la presa no se la instruirá más que en las labores de su sexo? Sería grave error, y la visitadora procurará enseñarla, hasta donde las circunstancias lo consientan, cuanto pueda fortalecer su alma; porque en la mujer, lo mismo que en el hombre, no hay nada bueno sólido sino aquello que han contribuido a formar todas las facultades de su espíritu” (Concepción Arenal, 1991: 121)
Aunque el panorama que dibuja Almeda es desolador, se echa de menos la mención de los crímenes sexuales que sufrieron las mujeres del franquismo en forma de violencia sexual, tortura y humillaciones, cuya impunidad ha sido recientemente denunciada por la organización La organización Women’s Link Worldwide, que interpuso el 16 de marzo una querella para solicitar la investigación de los crímenes de género cometidos durante el franquismo, como paso “fundamental” para exigir el fin de la impunidad de los asesinatos perpetrados durante la Dictadura.
Asimismo, se echa de menos la mención de Mercedes Nuñez Targa, mujer que, como Tomasa Cuevas -esta sí mencionada por Almeda-, también pasó por el penal de Ventas dejándonos su testimonio. Cuando Mercedes llega a la cárcel madrileña, las detenidas se encuentran todavía bajo el impacto emocional debido al fusilamiento de las “trece rosas”, trece menores de edad condenadas en un juicio sumarísimo y fusiladas el 5 de agosto de 1939, siendo la directora de la cárcel la religiosa Carmen Castro:
“Al final del pasillo de la galería de incomunicadas desemboco en el universo extraordinario que es la cárcel de Ventas en este año de gracia de 1940. Una cantidad importante de mujeres, pálidas, con caras de hambre, algunas de ellas vestidas con trozos de manta y de tela de colchón, se encuentran hacinadas en los pasillos, en las escaleras, en los propios retretes, todo ello invadido por una multitud de colchones enrollados, maletas, botijos, talegos, platos de estaño…” (Cárcel de Ventas, Mercedes Núñez, 1967) [1].
Las memorias de Núñez Targa, quien pasó de las cárceles franquistas a los campos de exterminio nazis, acaba de ser publicada recientemente por la editorial Renacimiento bajo el título El valor de la memoria (Renacimiento, 2016).
[1] Citado en “Mercedes Núñez Targa, sobrevivir en Ravensbrück”, disponible en http://montserrat.llor.net/?p=500