De muchos modos la primera novela de Rosa Chacel Estación. Ida y vuelta es un enigma que hasta hoy día no ha recibido el reconocimiento ni la evaluación adecuada que merece como el ejemplo más concreto y maravilloso de un estilo de escribir y pensar que prevaleció durante la época en que fue publicado, es decir, que su libro representa una esfera casi oculta del modernismo español de la primera mitad del siglo veinte que no suele recibe la misma cantidad de indagaciones por críticos y académicos que las obras de otros escritores y artistas que trabajaron durante el mismo tiempo y abordaron temas semejantes. Esta esfera oculta susodicha se refiere a las influencias y teorías psicológicas de José Ortega y Gasset, un filósofo y ensayista español, que en su obra maestría La deshumanización del arte e ideas sobre la novela propuso nuevas ideas sobre en que puede consistir el arte y el concepto de hacer el arte de diferentes maneras utilizando estilos menos apreciados como la novela ensayística/psicológica para cumplir dos objetivos; Primero, para seguir poniendo el honor en la misión de pensar que fue uno de sus mensajes principales que intentó de transmitir mediante sus obras, y, segundo, para apoyar la noción de hacer el arte por el arte. Como escribió Ortega en tan pocas palabras, “la novela ha de ser hoy lo contrario que el cuento… La aventura no nos interesa hoy”. Chacel lo tenia Ortega en tan alta estima que cuando terminó de escribir la primera versión de Estación se lo envió con la esperanza que se publicaría en La Revista Occidente, un periódico en que Ortega ayudó mantener.

 

Por cierto, el ideario de Ortega y Gasset tuvo una gran influencia sobre todos los artistas de la generación de 27, pero, sim embargo, acaso no más que en el pensar de Chacel quien declaró acerca de sus contemporáneos y sus voluntades de adoptar los preceptos orteguianos, “Ortega impuso su disciplina y todos-o casi todos- quedamos convencidos”. Por resultado, la primera novela de Chacel no solo funciona como un vistazo hacia el interior de la autora sí misma y sus pensamientos acerca de sus alrededores y varios otras indagaciones profundas y psicológicas, sino que también sirve parar alumbrar las teorías y pensar de Ortega cuyas obras tuvieron tan impacto en la formación de Estación, y, por lo tanto, todas las obras posteriores de Chacel, aunque de grados variables. En el prologo de la novela Chacel explica, “no quise seguir un relato de hechos, realista…el discurso de una idea puede llegar a suscitar una imagen”, esta cita por Chacel se refleja cercanamente con un dicho muy revelador de Ortega sobre el propósito de la novela, “La esencia de lo novelesco-adviértase que me refiero tan sólo a la novela moderna-no esta en lo que pasa, sino precisamente en lo que no es ‘pasar algo’, en el puro vivir, en el ser y el estar de los personajes, sobre todo en su conjunto o ambiente”.

            Por eso, la novela de Chacel es una que atraviesa la línea entre la realidad y la mente pura, sin obstáculos, libre de rumiar sobre cualquier pensamiento y profundizarlo en cualquier momento sin ninguna preocupación de mantener una historia fija ni seductora al lector. Conforme con la idea propuesta por Ortega el trama de la novela es casi imperceptible, no hay principio ni final, los personajes principales de Estación no tienen nombres ni descripciones detalladas de su fisonomía porque para Chacel lo importante no se basan en los sucesos reales, sino en los sucesos que tienen lugar en la mente del protagonista, quien sin alguna duda representa la mente de la autora Chacel como se evidencia en la tercera parte cuando la perspectiva de la narración cambia completamente. Aún hay personajes que sí tienen nombres como Julia y Anita este hecho no contradice el propósito de Chacel a escribir una novela conforme con las estéticas orteguianas porque para Chacel esos personajes, son personalidades borrosas y están ubicadas en el exterior de todo lo importante, es decir, todo que sucede dentro de la mente. El protagonista no tiene un nombre porque pertenece al interior de esa mente, por ende, mucho como la mente pura no necesita un nombre ni debería tener uno.

 

 

 

 

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