Noticias digitales y desigualdad social: entrevista a Javier Díaz Noci
Trabajo de SPN 390, clase del Prof. Paul Firbas (Stony Brook University)
El profesor Javier Díaz Noci (Universidad Pompeu Fabra, Barcelona) investiga sobre la historia del periodismo y la circulación de noticias en la Península Ibérica entre los siglos XVI y XVII, pero también sobre la evolución de los medios en nuestro siglo XXI. Sus publicaciones sobre el periodismo actual se ocupan principalmente del impacto de las nuevas tecnologías digitales en la producción y consumo de noticias en España, analizando los problemas sociales y políticos de la información en las redes sociales y los desafíos éticos y legales de las nuevas herramientas computacionales, como la inteligencia artificial.
En el contexto de la clase introductoria de comunicación, medios y periodismo (SPN 390) a cargo del Prof. Paul Firbas en el Departamento de lenguas y literaturas hispánicas de la Universidad de Stony Brook, el pasado mes de octubre de 2023 leímos y discutimos el reciente libro de Díaz Noci, Investigar la brecha digital, las noticias y los medios: hacia la equidad informativa digital (Ediciones Profesionales de la Información, 2003) y preparamos una serie de preguntas que le enviamos por correo electrónico al autor. Una semana después intentamos conversar por videollamada, pero la diferencia horaria entre New York y Europa nos recordó que las distancias existen, a pesar de la ilusión de simultaneidad de nuestros medios. Sin embargo, el intercambio de preguntas, respuestas y correcciones por email nos permitió pensar el proyecto con más detenimiento y finalmente armar, en colaboración, este breve texto que nos ha servido como una plataforma para el diálogo en clase. Esperamos que sirva ahora para la discusión abierta y la pedagogía sobre los medios digitales y sus múltiples efectos en nuestro orden social y democrático.
Paul Firbas: Le agradecemos mucho que haya aceptado conversar con nuestro grupo. Empiezo con una pregunta puntual sobre su reciente libro sobre la brecha digital. En relación al problema actual y creciente de la desigualdad económica e informativa, usted menciona que “necesitamos llevar a cabo, como ya hemos hecho en el pasado para temas como la convergencia de los medios, alguna investigación etnográfica para concentrarnos específicamente en este tema” (p. 59). ¿Podría darnos más detalles sobre esa investigación etnográfica necesaria, entendiendo que las desigualdades se han profundizado globalmente en las últimas décadas y que los medios de comunicación están profundamente implicados en el problema? ¿En qué comunidades físicas o virtuales se llevaría a cabo esa investigación? ¿Qué metodologías se usarían?
Javier Díaz Noci: Las investigaciones etnográficas se hacen tomando como base determinados grupos u organizaciones sociales, en las cuales llevar a cabo algún tipo de observación sistemática. En su defecto, se emplean otros métodos cualitativos, como las entrevistas en profundidad o focalizadas. Los medios de comunicación como organizaciones, y las redacciones informativas de esos medios, como grupos homogéneos, son susceptibles de ser tomados como objeto de estudio. A partir de métodos, como la observación participante o no participante, entrevistas en profundidad u otras, como los grupos focales (focus group), los investigadores podemos describir con detalle cómo esos grupos profesionales abordan el tema de la desigualdad. Es lo que, siguiendo a Clifford Geertz, se denominan thick descriptions (Interpretation of Cultures, 1973). Por un lado, podemos así observar de primera mano las actitudes de esos grupos sociales y profesionales acerca de cómo informar sobre la desigualdad económica, y otras relacionadas: la desigualdad racial, de género, de clase social, por ejemplo. Por otro lado, podemos también ver la desigualdad en la composición de esos grupos, de esas redacciones informativas, por razón, de nuevo, de factores como la edad, el género, la raza o procedencia geográfica (migrantes o hijos de migrantes, por ejemplo), procedencia de clase social, bagaje educativo, etc.
PF: Siguiendo las investigaciones de Kalogeropoulos y Nielsen (Social Inequalities in News Consumption, 2018), en el capítulo 4 de su libro usted indica que “las desigualdades sociales siempre han dado forma al consumo de noticias” (p. 71) . Teniendo en cuenta sus estudios sobre la historia de los medios, ¿podría desarrollar esta idea?
JDN: La información, las noticias, son una mercancía que está en el mercado y con la cual se comercia. Eso ya fue descrito tal cual en el siglo XVIII. Por tanto, se trata del acceso a un bien con valor económico preciado. Una mejor información -no sólo más información, sobre todo mejor información- redunda en interés de quien se la puede permitir o tiene acceso a ella. ¿De qué depende esa capacidad de hacerse con mejores informaciones? De nuevo, de factores como la clase social. Las clases pudientes, el poder, en definitiva, siempre ha porfiado por tener acceso a ese tipo de noticias sobre los asuntos que les afectan. Hablamos de intereses comerciales, geopolíticos, de movimientos diplomáticos o militares, de alianzas nacionales e internacionales, y de todo aquello que pueda afectar, para empezar, la libre circulación de mercancías y el libre comercio. Eso está en el origen del periodismo. Eran los secretarios de nobles y diplomáticos, como bien aseguraba Panfilo Persico en la Venecia de 1620, quienes se encargaban de recopilar ese tipo de noticias y hacerlas llegar a sus señores mediante cartas (Díaz Noci, El oficio de periodista a través de la historia, p. 25) . Parte de esas informaciones se trasladaban después a otros estratos sociales menos pudientes mediante la imprenta, provocando así un cierto debate público. La conformación de la opinión pública llega a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, tras los movimientos revolucionarios de, primero, Inglaterra en la segunda mitad del XVII, y luego, más de cien años después, de la Ilustración y de la Revolución francesa. De alguna manera, una parte de la información se hace pública, para satisfacer, primero, las necesidades de la creciente burguesía urbana, como clase hegemónica dominante que sustituye a la aristocracia del Antiguo Régimen, y después, ya en el XIX, a clases populares u obreras. Hasta llegar a los medios de comunicación de masas. En todo caso, el acceso a la información siempre ha sido, en mayor o menor medida, desigual.
PF: ¿Cómo ve usted el fenómeno del llamado “periodismo ciudadano”, fuertemente apoyado desde las redes sociales, como Twitter/X o TikTok? ¿Cuál debería ser la posición de los medios tradicionales, como el New York Times o El País, frente a estas nuevas formas de comunicación?
JDN: Los medios tradicionales o legacy media se enfrentan, sobre todo a partir de la crisis mundial financiera de 2007 y la propia de los medios impresos del 2008, a numerosos dilemas e incluso contradicciones. La realidad es que el paradigma de la comunicación se ha modificado notablemente, con la aparición de más canales informativos y la materialización, al menos hasta cierto punto de lo que Jay Rosen, con acierto, denominaba, ya en 2006, “the people formerly known as the audience” (Social Media Reader, 2012). Hay, en eso parece haber acuerdo, una mayor presencia de voces individuales, al menos de aquellos miembros más activos del público. Que no son, por cierto, una mayoría. Pero, de alguna manera, el consumo se ha hecho, por una parte, más activo en algunos segmentos de población, aquellos más educados o con mejores posibilidades de acceso a la información de calidad, muchas veces de pago, sobre todo tras la implantación de muros de pago siguiendo la estela de, precisamente, medios como el NYT. Por otra parte, se ha constatado otro fenómeno aparentemente contradictorio: el consumo incidental de noticias. Muchas personas, sobre todo en estratos de población menos pudientes, no buscan la información en los medios sino que las noticias les vienen mediante canales como las redes sociales o las aplicaciones de mensajería instantánea como Snapchat o WhatsApp. Esas noticias son uno más de los contenidos de todo tipo que les recomiendan otras personas. Y ahora, incluso, bots. Por tanto, el acceso a las noticias se ha diversificado. Eso ha supuesto, a su vez, un declive en el modelo de negocio tradicional de los medios, basado en la publicidad. Ahora, la mayoría de los medios se ha lanzado, especialmente a partir de 2015 en Estados Unidos, y de 2019-2020 en Europa, a la búsqueda de modelos de suscripción o de membresía que compensen la pérdida de ingresos publicitarios, mediantes establecimiento de muros de pago. Pero, a su vez, tiene que competir con gigantes tecnológicos como Google, que ofrece un primer acceso a las noticias, jerarquizándolas y monetizándolas. Es Google quien ha captado los ingresos publicitarios que antes iban a los medios, y contribuían decisivamente a su financiación.
PF: Acabo de leer un estudio que usted ha publicado recientemente junto con Laura Pérez-Altable, “Exploring News Avoidance in the Spanish Hybrid Media Landscape“(2023), que es el resultado de investigación sobre la evasión de las noticias en España, ¿podría explicarnos cómo se realizó ese estudio y a qué conclusiones llegaron?
JDN: Ese estudio se basó en una doble metodología. Por una parte, llevamos a cabo una encuesta a usuarios de medios de comunicación en toda España. Por otra parte, organizamos sendas sesiones de grupos focales en las dos principales ciudades del país, Madrid y Barcelona. Mediante la encuesta, obtuvimos datos cuantitativos. Con los grupos focales, recabamos opiniones de tipo cualitativo, que complementaron la encuesta y contribuyeron a afinarla y matizarla. Las conclusiones son que existen unos patrones de acceso a las noticias digitales de calidad por parte, sobre todo, de las clases medias altas, aquellas con un cierto nivel económico y, sobre todo, educativo, que les permite discriminar y verificar las informaciones, buscarlas activamente en los medios.
Josselin Reyes González: Ya que evitar las noticias no es una solución, ¿qué recomienda usted a los ciudadanos para mitigar la desigualdad de los medios?
JDN: La solución creo que no está tanto en los ciudadanos como en las sociedades. Las sociedades más igualitarias, para empezar desde el punto económico, consiguen que los ciudadanos participen más en las discusiones que les interesan, y por tanto, que busquen estar informados para forjarse sus propias opiniones. En las sociedades más desiguales, las clases desfavorecidas tienen muchas más dificultades para acceder a los bienes de consumo, entre ellos las noticias de calidad, que cada vez son más de pago. Lo mismo pasa con el entretenimiento, por ejemplo audiovisual, de calidad. Por tanto, la dieta informativa se estratifica y resulta menos contrastada, tal vez más espectacular, y más conectada a las emociones que a la razón, que las noticias más verificadas y más elaboradas. La inmediatez de las noticias a través de Internet no siempre beneficia poder obtener una información de calidad.
Aylin Alcántara Silva y Sharon Flores: En Investigar la brecha digital, usted dice que “la desigualdad no se resuelve dando a todos lo mismo, sino poniendo a disposición de todos lo que cada uno necesite” (p. 70). Pero, ¿es esto posible, teniendo en cuenta que los medios no muestran las noticias de forma ética o no se preocupan por representar los diferentes puntos de vista que forman parte de una noticia?
JDN: Me refiero a la igualdad de oportunidades, sobre todo. A una justicia no sólo redistributiva, sino también predistributiva. A que todo el mundo pueda tener un mínimo de oportunidades desde el principio, porque, de lo contrario, las brechas de todo tipo se van normalmente intensificando a lo largo de la vida de las personas. Por decirlo de alguna manera, los hijos de padres pobres tienen muchas posibilidades de ser pobres también, o tienen muchas más dificultades para progresar en el ascensor social que aquellos que vienen de familias más acomodadas que han podido procurar a sus hijos e hijas mejores oportunidades. Eso mismo ocurre con el acceso a las noticias. Las de calidad son cada vez más de pago, e igualmente, cuando son informaciones elaboradas, con un cierto nivel de profundidad y de dificultad de lectura, para los cuales las personas con una mayor nivel educativo están más preparadas. Los medios tienden a concentrarse en los intereses de sus lectores o usuarios, que por lo general pertenecen a las clases medias y medias altas, no tanto a las bajas o a las muy altas, por lo menos en España. Las clases altas disponen de canales de información privilegiados y las clases bajas no pueden permitirse, por capital económico, social o cultural, acceder a las noticias de calidad. Como consecuencia -también de otros factores, como la pandemia, que ha provocado una notable fatiga informativa- hay determinados estratos de nuestras sociedades que prefieren no exponerse a determinadas noticias que consideran sesgadas, que no responden a sus intereses sino al de clases sociales más elevadas, o que les producen un cierto tedio. Eso alimenta, sin duda, el populismo: informaciones directas, no siempre contrastadas, a veces incluso falsas, muy espectaculares.
Víctor Chacón Cabrera y Andrea Barona: ¿Qué elementos de la brecha digital influyen en el ámbito educativo?
JDN: El factor económico es crucial. Y el origen familiar. La educación de calidad, en muchos países, es privada o semiprivada, por tanto, supone un esfuerzo económico que muchas familias no se pueden permitir. A la vez, el acceso a la tecnología (conexión a Internet, dispositivos electrónicos) está condicionado por la capacidad adquisitiva. Todos estos factores se relacionan entre sí.
Julien Torrento: ¿Que haría falta para que los periodistas hagan sus propias investigaciones sobre la desigualdad de ingresos? Usted ha señalado que en España “la mayoría de los periodistas han incorporado bastante tarde el concepto de desigualdad de ingresos a su lenguaje cotidiano. Los periodistas no desambiguan el concepto por sí mismos, sino que lo hacen recurriendo a fuentes académicas u oficiales” (Investigar la brecha digital, p. 61). ¿Cree usted que es porque los periodistas no están alertas a este fenómeno o por otras barreras políticas o sociales?
JDN: Primero, el interés de los medios en seguir este tema, y en hacerlo en profundidad, resulta difícil, porque no es especialmente popular, y se basa, además, en datos muchas veces numéricos que hacen que las informaciones no tengan cara. No se hacen muchas informaciones de interés humano a partir de la desigualdad económica. Otros tipos de igualdad, más ligadas a lo identitario, obtienen una cobertura algo mayor. Además, la obtención y procesamiento de datos es algo que se deja en mano de instituciones o académicos, así que los medios dependen de estos para dar eco a esas investigaciones. El periodismo de investigación, por otra parte, está en franco retroceso, como las corresponsalías en el extranjero. Son una inversión económica importante para las empresas mediáticas, con unos rendimientos no inmediatos. La lógica de Internet va por otro lado, me temo.
María Silva: ¿Cómo contribuyó el confinamiento provocado por la pandemia a aumentar o sacar a la luz las desigualdades de la brecha digital en las distintas clases sociales?
JDN: Para empezar, el acceso a Internet y a dispositivos electrónicos se ha revelado como una desigualdad preocupante, por ejemplo en la educación infantil, y también en cuanto a la información, por los factores antes mencionados. Otro fenómeno es la fatiga informativa que la pandemia, por inesperada y grave, ha producido, y que ha tenido como consecuencia un nivel igualmente preocupante de evitación de determinados tipos de noticias, sobre todo en determinados estratos de población. Se trata de un problema que no sabemos si es estructural o irá remitiendo a medida que se normalice la situación. Los conflictos bélicos en Ucrania, primero, y ahora entre Israel y Palestina, tampoco contribuyen a mitigar ese efecto. Así que muchas personas se refugian en el entretenimiento o en el populismo: soluciones fáciles a problemas complejos. El debate informativo es un problema complejo para el cual no hay soluciones ni fáciles ni mágicas.
Finalmente, sobre el uso de la inteligencia artificial en el monitoreo de las noticias y la redacción automática o semiautomática de textos de alto contenido factual, recomendamos la lectura del último artículo del profesor Javier Díaz Noci aparecido este año 2023 en la revista Textual & Visual Media: “Inteligencia artificial, noticias y medios de comunicación: Una aproximación jurídica desde la perspectiva de la propiedad intelectual al concepto y atribución de autoría”.
Muy interesante